No tienes claro lo que deberías hacer ahora, porque si te quedas, la verdad es que no tienes nada que hacer y a lo mejor se enfada si te ve monear por la empresa. Pero si te vas, igual se enfada porque te has largado y a lo mejor ella quería que hicieras algo. “Y si le pregunto si desea algo más de mi o que ya me puedo marchar.” La duda te corroe. Al final te quedas sentado en tu silla porque la verdad es que no te atreves a preguntarle.
A cabo de media hora, ella sale de su despacho con un maletín negro, cierra su puerta y se da cuenta de que sigues ahí.
“¿Qué haces aquí todavía?”
Te levantas de tu mesa y te pones como si tuvieras que recitar la tabla de multiplicar.
“Es... Pues... Eeeeeh... Por si le hacía falta.... Para algo...”
Se te acerca como si fuera un felino, se para a cuatro metros, te mira de arriba a abajo, está apoyada sobre una pierna y con la mano derecha frotándose el mentón, pensativa. Te vuelve a mirar de arriba hacia abajo y suelta un “Sí, puedes servir.”
Deja el maletín, se acerca y te dice que te pongas la americana, la coges del respaldo de tu silla, te la pones y te agarra del cuello, hace como si te cerrara la camisa, suelta un bufido y te dice.
“Vale, vas a venir conmigo, tengo que comer con un cliente, así que vamos a pasar por una tienda aquí cerca y te vas a comprar una corbata. Tu traje es un asco, pero tienes buen cuerpo, cualquier cosa que te pongas, lo luces, así que esto valdrá, pero para la próxima vez, comprate algo bueno, no el traje de tu padre.”
Se da la vuelta, recoge su maletín y te lo tiende: “¡Vamos!” Y tu la sigues como un buen perrito faldero.
En la tienda, ella elije la corbata y no la más barata. Al final, tampoco está contenta con la camisa, así que te compras otra. “Así estás más guapo”. Pero no tienes ni idea de hacer un nudo de corbata y ella se exaspera: “Niñatos inútiles.” Alucinas a la velocidad que te hace el nudo, nudo windsor claro, que queda perfecto y te ordena que vayas aprendiendo a hacerlo. Y allá vas tú, con un maletín, una camisa y una corbata nueva, una bolsa con tu camisa vieja y 160 euros menos en la cuenta corriente.
Llegáis en taxi al hotel y vais directamente a recepción: “La reserva de Rosa Gálvez.” Le dan una tarjeta magnética, ella pregunta si la suite está preparada y le dicen que sí, tú le preguntas a la recepcionista si se puede quedar con tu bolsa y ella lo guarda amablemente.
“Este hotel es de nuestra compañía, si tienes que quedar con un cliente medianamente importante, este es el mejor sitio.”
Os vais hacia la zona de cafetería y de pronto te dice por lo bajini: “Bien. Ha venido con su secretaria, él es un viejo verde y ella es su amante, intenta caerle bien a ella, trabajatela, del viejo ya me encargo yo. ¡Y no la cagues! O te cortaré las pelotas.” Y entra con una sonrisa de oreja a oreja “Holaaaa”. |