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Novato en la oficina | drakki | 4

 

Llegas a casa pasada las diez. Tu compañero de piso no está. Estás muerto de hambre y te preparas algo para cenar acompañado de un par de cervezas, que te has merecido desde luego. Miras tontamente la tele hasta que estás demasiado cansado hasta para ducharte y te vas a la cama.

Pero estás dando vueltas en ella, estás reventado pero no logras dormir, el hecho de no saber si has hecho bien tu trabajo no te deja conciliar el sueño y tras mucho meditarlo, llegas a la conclusión de que tienes que ir mañana a la oficina y preguntarle a tu jefa si está bien hecho, aunque sabes que te va a mandar a los leones. Eres así de tonto y pones el despertador a las siete para ir un sábado a la oficina.

Has dormido como un tronco y el despertador suena y te sientes espabilado. “Es hora de ir al coliseo a ver que se le ocurre a Nerón. ¿O era Agripina? Qué más da, eres un idiota.”

Llegas al edificio donde está tu oficina y el guarda jurado te mira como si fueras tonto. “¿Es muy temprano?”

“La verdad es que nadie suele venir a las ocho, la gente suele llegar a partir de las nueve.”

“¡Joer! Podría haber dormido una hora más” piensas, pero ya que estás aquí, que más da.

Cuando son las once, estás hasta el gorro de darle más vueltas al dossier y estás famélico, te vas a la cocina donde hay una máquina de refrescos y otra de bollos y cosas para picar. Está medio vacío y hay poco para escoger, pillas algo con chocolate y un zumo, te lo tomas tranquilamente y es la primera vez que tienes la mente en blanco desde que has llegado. Miras el reloj, las once y media, te diriges hacia tu puesto de trabajo y aparece de pronto Rosa desde la entrada principal.

Lleva un vestido rojo vino, el pelo suelto, unas gafas de sol a modo de diadema, un bolso grande a juego, unos taconazos negros, y sobre todo, un escote de infarto, seguro que se ha puesto un wonderbra. Anda con estilo, taconeando, pisando fuerte, segura de si misma hasta que te ve y se le cambia la cara.

“¿Qué haces aquí?”

“Esto... eh... Es que... El dossier que me dio ayer... No estaba seguro si lo había hecho bien... Y quería saber su opinión.”

“Vale, traetelo a mi despacho.”

Entras con el dossier y ella está sentada a su silla, se lo entregas, te mira a los ojos como si fuera un tigre listo para engullirte y se pone a mirar el informe. No puedes apartar tus ojos de su escote, una finísima cadenilla de oro junto con una cruz de Caravaca cae justo donde empieza a formarse el canalillo de esas preciosas tetas que debe tener tu jefa. La lectura se hace infinita, ya te sabe de memoria las manchitas de la piel, el dibujo de las venillas, la pigmentación de esas hermosas tetas... “Deja de mirar, enfermo. O te pillará y a saber...”. Te mueves nervioso, mirando la oficina, unas fotos que hay sobre la mesa, la lámpara, la biblioteca y el nombre de los libros en sus costados.

“No está mal.”

“¿Perdón?”

“Tiene unos fallos pero para un novato... Diría que está más que bien. Bueno, por lo visto en RRHH no son tan idiotas como parecen. Sigue así, pero si quieres llegar a algo en esta vida, tendrás que forzarte más, ¿entendido?”

“Sí señorita.”

“Ahora, largo.”

“Que tenga un buen día.” Y sales del despacho. No sabes que hacer, si quedarte o marcharte a casa.

 

¿Qué haces?


          Quedarte

          Irte a casa.

 
 
 

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